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Home > Temas y Momentos de Reflexión > 26. Los Sacerdotes

Está vez, vamos a hablar de los hombres que han querido dejar todo por seguir el ejemplo de vida de una persona que lo da todo : Cristo.

Sí, los sacerdotes o presbíteros o como muchos le decimos padre. Ellos al igual que todos son seres humanos, lo cual debemos tomar mucho en cuenta, ya que muchas veces nosotros como fieles que formamos la comunidad, pensamos que por ser sacerdotes; ellos nunca se enojan, nunca se desesperan o se equivocan y ! Ay ! de aquellos sacerdotes que lo hagan o que nos respondan mal, porque luego, luego se hacen 'chismes' o comentarios negativos de él : ! Qué el padre hizo esto !, ¿! Cómo es posible que el padrecito me haya gritado o me haya respondido mal !? y muchas cosas así .

O también porque creemos que por ser presbíteros y ciertamente deben ayudarnos, creemos que están a nuestro servicio a cualquier hora ó a cualquier momento. Y sí no nos hacen caso en ese mismo momento, pobre padre : le gritan, le insultan, le decimos que porque es así, e incluso se le amenaza que por su culpa se cambian de religión. ( Eso de cambiarse de religión por estos simples motivos o excusas, son para personas que aún no tienen sus ideales y creencias bien definidos )

Pues esto y más es la vida de un sacerdote. Pero ¿ Acaso nos hemos puesto a reflexionar sobre la vida total de él ?, ¿ Acaso sabemos porque actúa así ?, ¿ Siempre llegamos con buenos modales y a una HORA EXACTA para pedirle algo ?, ¿ Le respondemos bien cuando por cualquier motivo nos de una respuesta negativa ?.

Ciertamente, ellos tienen una gran preparación, porque para ser presbítero se necesitan de más de 10 años de estudio, pero ellos también son personas y pueden equivocarse. ! Claro !, hay de errores a errores, pero los anteriores ¿ serán motivos para actuar como ya se mencionó ?. No.

Un sacerdote debe también contar con el APOYO de nosotros, en todos los momentos, compartir sus alegrías y sus enojos, ya que es también una persona que tiene todos los sentimientos al igual que nosotros los fieles y laicos. Lo único, que nos diferencia de ellos es su celibato, su dedicación plena y total a Dios, a Cristo y a María, y su rango como presbítero.
 

Bienaventuranzas del Sacerdote

Bienaventurado ese hombre que dejo su hogar por dar su vida a los demás.

Que no formo una familia para estar libre y bautizarte.
Que causa tus burlas y es a quien acudes para que bendiga tu unión matrimonial.
De quien dices los peores chistes ya  ala hora que pides la absolución, en nombre de Cristo, siempre te perdona.
De quien vives mofandote y buscas para que bautice tus hijos.

A quien siempre encuentras defectos y quien siempre disculpa los tuyos.
A quien siempre has despreciado llamandole cobarde para afrontar la vida y es quien te da fuerzas para vivir tu existencia.

Que a pesar de saberse despreciado, cuando le llamas con los ojos desorbitados por encontrarte frente a la muerte, siempre acude presuroso para abrirte las puertas del cielo.
A quien menosprecias y criticas y siempre que le buscas, lo encuentras para darte paz.
Que trata de ser mejor como hombre para ayudarte a ti, que le desprecias.

Bienaventurado ese HOMBRE que ha sabido AMAR A TODOS, porque en todos ha encontrado sed de ser amados...

Que a pesar de tus desprecios vive mucho mas feliz que tu y yo porque ha encontrado la maravilla de Cristo: "perdonalos, Señor, porque no saben lo que hacen"...

Bienaventurado ese HOMBRE al que todos pedimos cuenta de su vida y el jamás interviene en la tuya sino es por tus propios deseos, para darte PAZ y AMOR!.

Ana María Rabatte.
 

Así que si él te ayuda a recibir a Cristo vivo y a convivir la Sagrada Eucaristía, el resto lo tienes sólo TÚ.

A continuación algunas anecdotas de cómo algunos llegaron a conseguir el sacerdocio, una gran virtud para ellos.

Los curas del mañana

Curas del 2000 es un libro recientemente editado por el Secretariado de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades que recoge los testimonios de 65 seminaristas que se ordenarán en este año 2000. Se les interroga por su pasado y su futuro, por las dificultades encontradas en el camino y por los retos que se marcan para su ministerio. Éstas son algunas de las respuestas:

1.- ¿Cómo surgió tu vocación?

Robert Baró Cabrera, Barcelona

Ya desde muy pequeño mis padres me llevaron a la parroquia del barrio, en Sabadell. A través de ellos y del párroco fui descubriendo todo un mundo entonces desconocido para mí, ligado a una figura a la vez próxima y difícil de definir: la de Jesús de Nazaret. Casi sin saber cómo, me fui enredando en la parroquia, pero ni se me había ocurrido la idea de hacerme cura. Yo quería ser arqueólogo, y lo tenía muy claro. Hubo un tiempo clave en mi vocación, cuando, en 1992, me enviaron de la Universidad a estudiar unos meses en Italia e Inglaterra. Como la cosa más natural contacté con la gente de Iglesia de Milán y de Pisa, y conocí unas formas de sentirse Iglesia diferentes de las que yo había visto. Así me di cuenta de que mi relación con la Iglesia era mucho más de lo que yo me había imaginado, ya que era Ella quien me había dado a conocer esa figura cada vez más próxima y más definida a quien era capaz de llamar Señor. Al volver de Italia, me atreví a hablar con el Rector del seminario, y después del Retiro espiritual del día de San José tomé la decisión de ser cura. Me parece mentira, han pasado más de siete años y aquí estoy, en la recta final para mi ordenación al servicio de mi Señor y de su Iglesia.
 

José Antonio Capurro Ponce, Cádiz-Ceuta

Sólo puedo verlo como consecuencia de un proceso de conversión que ha transformado mi vida completamente. Hasta bien entrada la adolescencia, mi relación con Dios era de continuo reproche. El encontrarme en silla de ruedas provocaba en mí la continua pregunta del ¿por qué? El estar tan pendiente de mí mismo, lamentándome de mi situación, hacía que no pensara en nada ni en nadie. Era como si todo se me debiera. En esta situación me encontraba cuando alguien me animó a ir a la parroquia. Es asombroso cómo la Palabra de Dios va calando lentamente y le va dando sentido al aparente absurdo de la vida. Este proceso fue largo, con continuos retrocesos y vuelta a empezar. El experimentar cómo Dios me amaba en mi debilidad hacía crecer en mí el deseo de anunciarlo a los demás. Aparecía ante mí su mensaje de esperanza, de amor, de libertad como algo maravilloso e ilusionante. Esto hizo que empezara a surgir en mí el deseo de seguirlo de una forma más radical.
 

Sergio Martínez Mendaro, Oviedo

La historia de una vocación creo que puede ser tan simple como ir viendo a Dios en tu vida y tu intento de seguirle en lo que Él ha preparado para ti.
Yo entré en contacto con la parroquia por culpa de unas clases de guitarra.
Al año siguiente, sin darme cuenta, estaba tocando la guitarra en misa; al año siguiente hacían falta catequistas para un grupo de comunión, y el párroco me invitó a ser catequista, a mí que solamente iba a misa para tocar la guitarra. Fui conociendo a gente muy interesante y muy comprometida, que siempre me hicieron plantearme mi forma de colaborar, de comprometerme y vivir mi fe. Empecé a salir con una catequista, que fue la que literalmente me obligó a ir a una Pascua en la que me planteé seriamente el ir al seminario.
 

Jorge Concepción Feliciano, Tenerife

Tenía aproximadamente 10 años. Mi párroco tenía un carisma especial para las vocaciones. En las misas en las que más niños asistían, solía terminar la homilía invitando a los niños a orar ante el Señor preguntándole la pregunta fundamental: ¿Qué quieres de mí? Yo no me hacía esa pregunta, porque intuía que, si le preguntaba eso al Señor, me respondería que fuera sacerdote. Al año siguiente, mi párroco, después de una confesión tal día como un 24 de diciembre, me preguntó qué quería ser de mayor, y yo, sin saber lo que decía, le respondí que quería ser como él. Durante todo el bachillerato, seguí teniendo claro que el Señor me llamaba, pero no tenía tan claro responderle. Me parecía que el sacerdocio era un camino de infelicidad. Fue decisivo el testimonio del seminarista que vino a mi parroquia cuando yo estaba en COU, porque su sonrisa me cautivó y me hizo pensar que el Señor no me llamaba para ser un infeliz, sino todo lo contrario.
 
 

2.- En el proceso de seguimiento del Señor y de la vocación, ¿qué dificultades has encontrado y cómo las has superado, y qué alegrías has tenido?

José Luis Hernández Calleja, Calahorra y La Calzada-Logroño

Alegrías, alegrías no ha sido todo. En el seminario menor, ya se sabe: broncas, compañeros que lo dejan y valen más que tú. Los amigos no te lo ponen fácil, te respetan, pero no te comprenden. Te dicen eso de: Con lo buenas que están las mujeres ¿quién quiere meterse cura? Siempre surgen dudas: ¿Por qué yo?; también hay algunos ratos de crisis, en los cuales la vocación flaquea. Pero al final siempre encuentras momentos, experiencias y, sobre todo, personas que te animan a salir adelante.
 

Jorge Fernández López Nieto, Madrid

Tuve una época difícil en el tercer año del seminario, de pensar que yo me estaba escapando por mis miedos a la vida, al trabajo, por mi timidez...
Realmente estaba convencido de ello y tenía resuelto dejar el seminario. En una peregrinación a la Virgen de Guadalupe, yo le pedía a nuestra Señora que me ayudara. Allí sentí la certeza de que Dios me llamaba. Yo seguía siendo el mismo, mi carácter, mi inmadurez..., pero Dios me llamaba. Otro momento que me parece fue muy iluminador ocurrió cuando, después de asistir a una convivencia centrada en el matrimonio y la familia, volví deseoso de casarme. No hacía más que pensar en la chica que me convendría. En ese tiempo, en uno de los momentos que dedicamos a la oración con la Escritura, todas las citas me remitían a los levitas, y en concreto una palabra me arrolló: Tú no tendrás parte en Israel, Yo seré tu parte, para ti serán los diezmos y las primicias, lo mejor del ganado y de las cosechas... Me sentí especialmente querido por Dios, contento de la heredad que Él me tenía
preparada.
 

Miguel Ángel Castro Quinteiro, Tuy-Vigo

No haber pasado por el seminario menor me privó de tener una experiencia/referente de vida comunitaria. Cuando entré en el seminario yo tenía muy idealizada la figura del sacerdote, los veía como santos en vida, por lo que los seminaristas debían ser personas muy piadosas. Pronto me di cuenta de que también (como todo ser humano) tenían defectos, pero que hoy comprendo y calibro con más prudencia y sabiduría. Las dificultades se fueron superando con la convivencia diaria, con mucha paciencia por parte de todos, comprensión, oración personal y comunitaria, retiros, dirección espiritual, charlas con el Rector y los formadores.
 

3.- ¿Por qué y para qué quieres ser sacerdote? ¿Cómo sueñas tu ministerio presbiteral que ejercerás ya en el nuevo milenio?

Valeriano Martínez Alcaraz, Cartagena

La razón fundamental es por Jesús. Porque se ha hecho presente en mi vida, me ha llenado tanto, me ha enamorado de tal forma, que le he dicho que sí con todo lo que soy y tengo. Y esto para seguir haciéndole presente en el mundo que me ha tocado vivir. Jesucristo y su mensaje no han pasado. Él quiere seguir estando presente en el mundo, quiere seguir llegando al hombre para llenar su corazón de felicidad y de esperanza.
 

Antonio Pietro Lucena, Córdoba

Como a otros muchos jóvenes, a mí me va a tocar ser Cristo para los hombres del nuevo milenio, especialmente para los más pobres. Alguna vez me han dicho que, desde cualquier voluntariado social, se puede hacer más bien a los demás que desde el sacerdocio. Eso es cierto sólo en parte. El sacerdote, revestido del poder de Cristo, es ministro de una salvación más radical, más profunda: la salvación eterna. Será un reto para los sacerdotes del tercer milenio llevar a Cristo a una sociedad que, deslumbrada por el cientificismo y el bienestar, trata de construir su vida al margen de Dios.
Para ello necesitaremos un nuevo ardor, un nuevo lenguaje, y, al mismo tiempo, siendo del todo fieles al Magisterio de la Iglesia.
 

Alberto Jiménez Jiménez, Cuenca

El mundo al que te diriges, por supuesto, no lo ve muy claro: ¿Y tú vas a ser cura? Pues mira, sí. Porque el Señor te ha mostrado que te escoge de entre miles para que le dediques la vida, para que la consumas con Él y con los demás, para que recuerdes y hagas presentes a todos una Alianza que cumplió hace dos mil años, pero de la que aún el mundo se niega a gustar los beneficios.

Anecdota

Todo comenzó en una discoteca

Me ofrecieron trabajar de relaciones públicas en una discoteca de Madrid que entonces estaba muy de moda. Acepté. Me encargaba principalmente de tres tareas: hacer publicidad, invitar a gente y crear un ambiente acogedor atractivo. Este último aspecto me pareció el más interesante, porque implicaba estar dispuesto a hablar con todo el mundo, elegir la música, salir al paso cuando se comenzaba a gestar algún problema. Y, aunque parezca mentira, la mayor parte del tiempo la dedicaba a escuchar. Iba mucha gente en grupos los fines de semana, pero había otros muchos que iban solos, cualquier día, buscando desahogarse. Curiosamente, ahí aparecían los que uno menos podía imaginarse, los personajes más envidiados y admirados de la sociedad.

Así entré en contacto con mucha gente que aparentaba ser muy feliz, pero que se abrían buscando desahogarse con cualquiera que tuviera un poco de tiempo para ellos, y poco a poco se fue despertando en mí un vivo deseo de ayudar a esta gente, de hacer algo por estos jóvenes que yo ni siquiera conocía.

Entonces conocí a dos sacerdotes legionarios de Cristo y enseguida nació una gran amistad. Se quedó muy grabada en mí esta idea: Estos hombres sí tienen la solución para aquellos jóvenes. Inmediatamente nació otro pensamiento: Yo jamás seré sacerdote, pero si lo fuese, me gustaría ser uno de ellos. Y a medida que fui conociendo más a la Legión de Cristo y el espíritu de unión y alegría que se vivía en todas sus casas, me fui enamorando, casi sin darme cuenta, de aquel ideal de vida.

Ese año se jugaban en España los mundiales de fútbol, y ese mes se disputaban también los no menos importantes exámenes finales. Había que optar por una de las dos cosas y yo me decidí, obviamente, por los partidos. Pasaron los mundiales y, de repente, me encontré con el verano por delante y con varias asignaturas pendientes. Mi familia se iba a San Sebastián y estaban preparando una excursión a Londres con mis tíos y mis primos. Las dos cosas muy apetecibles, pero yo sabía que no era ése el mejor clima para estudiar, así que decidí irme al noviciado de Salamanca. Se lo propuse al padre y me dijo que aceptaba, siempre y cuando fuese de verdad a estudiar.

Pasé un verano estupendo, estudié lo mínimo y el resto del tiempo lo dedicaba a charlar con los hermanos que me encontraba. Una tarde me encontré con los hermanos Ignacio Oriol y Peter Byrne, hoy ya sacerdotes, y comencé a hacerles todas las preguntas que traía en la cabeza. Ellos estaban subidos en un andamio pintando un techo, y yo debajo les sostenía el bote de pintura.

Creo que tardaron tres horas en pintar un trozo de menos de un metro cuadrado, pero a mí me dibujaron muy bien lo que era un legionario de Cristo.

Miguel Carmena, L.C.
en ¡Encontré el amor!
 
 


Mientras me quede algo por hacer, no habré hecho nada.

 

Inscripción en las ruinas de Persépolis
Muchos son los llamados pero pocos los escogidos.

Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca

Cfr Jn 15,16

Juntos podemos hacer algo bello para Dios
 

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sección creada 30/06/2000/00:41hrs actualizada 31/12/2004/17:59hrs
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